domingo, 13 de noviembre de 2016

EL VIEJO VIOLIN

Estaba maltratado y marcado de cicatrices, y aunque pensó que no valdría la pena malgastar tanto tiempo con el viejo violín, el subastador lo sostuvo en alto, sonriendo.
«¿Qué me ofrecéis, amigos?»—preguntó—.
«¿Quién quiere empezar las ofertas?».
«Un dólar, un dólar...»
y después, ¡dos! ¿Sólo dos?.
«Dos dólares, ¿quién me da tres?».
«Tres dólares, a la una; tres dólares, a las dos; a las...»

Pero no, desde el fondo del salón, un hombre de pelo gris se adelantó a tomar el arco y, después de sacudir el polvo del viejo instrumento y volver a tensarle las cuerdas, tocó una melodía tan dulce y tan pura como las canciones que cantan los ángeles.

Terminada la melodía, el subastador, en voz baja y grave, volvió a preguntar;
«¿Cuánto me ofrecéis por el viejo violín?»
Y levantó el violín y el arco.
«Mil dólares, ¿quién ofrece dos?,
¡Dos mil, a la una! ¿Quién ofrece tres?.
Tres mil, a la una; tres mil, a las dos, y tres mil;
a las tres, ¡adjudicado!», concluyó.

La gente aplaudía, aunque algunos lloraban:
«No entendemos bien qué fue lo que cambió su valor», preguntaban, y la respuesta fue rápida:
«El toque de una mano maestra».

De ese modo más de un hombre de vida desafinada, marcado por los golpes y cicatrices del destino, como al viejo violín, se lo ofertan barato a los indiferentes, por un plato de sopa, por un vaso de vino; y hecha la jugada, sigue su camino.
«Adjudicado» una vez, y «adjudicado» la segunda, «Adjudicado», y casi «está vendido».

Pero llega el "maestro", y la multitud estúpida jamás alcanza a entender del todo cuál es el valor de un alma, ni el cambio que opera el toque de la mano del "maestro".

sábado, 24 de septiembre de 2016

La vendedora de fósforos


Había una niña que no tenía madre ni padre y que vivía en la espesura del bosque. Había una aldea en el lindero del bosque y ella había averiguado que allí podía comprar fósforos a medio penique y después venderlos por la calle a un penique.

Si vendía suficientes fósforos, podía comprarse un mendrugo de pan, regresar a su cobertizo del bosque y dormir vestida con toda la ropa que tenía. Vino el invierno y hacía mucho frío. La niña no tenía zapatos y su abrigo era tan fino que parecía transparente. Sus pies ya habían rebasado el color azul y se habían vuelto de color blanco, lo mismo que los dedos de las manos y la punta de la nariz.

La niña vagaba por las calles y preguntaba a los desconocidos si por favor le querían comprar cerillas. Pero nadie se detenía ni le prestaba la menor atención. Por consiguiente, una noche se sentó diciendo: "Tengo cerillas, puedo encender fuego y calentarme." Pero no tenía leña. Aun así, decidió encender las cerillas. Mientras permanecía allí sentada con las piernas estiradas, encendió el primer fósforo. Al hacerlo, tuvo la sensación de que la nieve y el frío desaparecían por completo. En lugar de los remolinos de nieve, la niña vio una preciosa estancia con una gran estufa verde de cerámica y una puerta de hierro adornada. La estufa irradiaba tanto calor que el aire parecía ondularse. La niña se acurrucó junto a la estufa y se sintió de maravilla.

Pero, de repente, la estufa se apagó y la niña se encontró de nuevo sentada en medio de la nieve. Temblaba tanto que los huesos de la cara le crujían. Entonces encendió la segunda cerilla y la luz se derramó sobre el muro del edificio junto al cual estaba sentada, y ella lo pudo atravesar con la mirada. En la habitación del otro lado de la pared había una mesa cubierta con un mantel más blanco que la nieve y sobre la mesa había platos de porcelana de purísimo color blanco y en una fuente había un pato recién guisado, pero justo cuando ella estaba alargando la mano hacia aquellos manjares, la visión se esfumó.

La niña se encontró de nuevo en la nieve. Pero ahora las rodillas y los labios ya no le dolían. Ahora el frío le escocía y se estaba abriendo camino por sus brazos y su tronco, por lo que ella decidió encender la tercera cerilla.

A la luz de la tercera cerilla vio un precioso árbol de Navidad, bellamente adornado con velas blancas, cintas de encaje y hermosos objetos de cristal y miles y miles de puntitos de luz que ella no podía distinguir con claridad. Y entonces contempló el tronco de aquel gigantesco árbol que subía cada vez más alto y se extendía hacia el techo hasta que se convirtió en las estrellas del firmamento sobre su cabeza y, de pronto, una fulgurante estrella cruzó el cielo y ella recordó que su madre le había dicho que, cuando moría un alma, caía una estrella.

Como llovida del cielo se le apareció su amable y cariñosa abuela y ella se llenó de alegría al verla. La abuela tomó su delantal y la rodeó con él, la estrechó con fuerza contra sí y ella se puso muy contenta. Pero poco después la abuela empezó a esfumarse. Y la niña fue encendiendo un fósforo tras otro para conservar a su abuela a su lado, un fósforo y otro y otro para no perder a su abuela hasta que, al final, la niña y su abuela ascendieron juntas al cielo, donde no hacía frío y no se pasaba hambre ni se sufría dolor.
Y, a la mañana siguiente, encontraron a la niña muerta, inmóvil entre las casas.

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La represión de la fantasía creativa

La niña vive en un ambiente de indiferencia. Si tú te encuentras en uno como éste, vete. La niña está en un ambiente en el que no se valora lo que ella tiene, unas llamitas en lo alto de unos palitos, el principio de cualquier posibilidad creativa. Si tú te encuentras en este apuro, da media vuelta y aléjate. La niña se encuentra en una situación psíquica en la que se le ofrecen muy pocas alternativas.
Se ha resignado a permanecer en el "lugar" que le ha tocado en suerte. Si a ti te ha ocurrido lo mismo, no te resignes y vete, soltando coces. Cuando la Mujer Salvaje se siente acorralada, no se rinde sino que se arroja hacia delante y extiende las garras para luchar.

¿Qué tiene que hacer la vendedora de fósforos? Si tuviera los instintos intactos, se le ofrecerían muchas alternativas: irse a otra ciudad, subirse subrepticiamente a un carro, esconderse en una carbonera... La Mujer Salvaje sabría lo que tendría que hacer a continuación. Pero la pequeña vendedora ya no conoce a la Mujer Salvaje. La niñita salvaje se muere de frío y lo único que le queda es una persona vagando sin rumbo como hipnotizada.

El hecho de estar con personas reales que nos confortan, nos apoyan y ensalzan nuestra creatividad es esencial para la corriente de la vida creativa. De lo contrario, nos morimos de frío. El alimento es un coro de voces tanto interiores como exteriores que observa el estado del ser de una mujer, se encarga de darle aliento y, en caso necesario, también lo consuela.

No sé muy bien cuántos amigos se necesitan, pero está claro que por lo menos uno o dos que nos digan que nuestro don, cualquiera que éste sea, es pan del cielo. Toda mujer tiene derecho a disfrutar de un coro de alabanzas.

Cuando las mujeres se quedan solas en medio del frío tienden a vivir de fantasías en lugar de emprender una acción. La fantasía de este tipo es la gran anestesiadora de las mujeres. Conozco a mujeres dotadas de unas voces bellísimas y a otras que son unas extraordinarias narradoras de cuentos; casi todo lo que sale de sus bocas posee lozanía y está elegantemente cincelado. Pero ellas se sienten en cierto modo aisladas o privadas de sus derechos. Su timidez constituye a menudo la tapadera de un animus medio muerto de hambre. Les cuesta comprender que cuentan con el apoyo interior o con el de los amigos, la familia o la comunidad.

Para evitar ser la vendedora de fósforos, se tiene que emprender una acción importante. Cualquier persona que no apoye tu arte o tu vida no merece que tú le dediques tiempo. Muy duro pero cierto. De otro modo, la mujer pasa directamente a vestir los andrajos de la niña de las cerillas y se ve obligada a vivir una cuarta parte de su vida que congela todos sus pensamientos, su esperanza, sus cualidades, escritos, obras teatrales, diseños o danzas.

El calor tendría que ser el principal objetivo de la vendedora de fósforos. Pero en el cuento no lo es. En su lugar la niña intenta vender las cerillas, su fuente de calor. Al hacerlo así, deja lo femenino con menos calor, menos riqueza y menos sabiduría y sin posibilidad de ulterior desarrollo.

El calor es un misterio. En cierto modo nos sana y nos engendra. Es el relajador de las cosas demasiado tensas, favorece la corriente, la misteriosa ansia de ser, el virginal vuelo de las nuevas ideas. Cualquier cosa que sea, el calor nos atrae cada vez más.

La niña de las cerillas no está en un ambiente propicio para su crecimiento. No hay calor, no hay combustible, no hay leña. ¿Qué podríamos hacer si estuviéramos en su lugar? Primero, podríamos abstenernos de perder el tiempo con el reino de la fantasía que la niña de las cerillas construye encendiendo sus fósforos. Hay tres clases de fantasías. La primera es la fantasía del placer, una forma
de helado mental estrictamente destinada al gozo como son, por ejemplo, los ensueños.

La segunda clase de fantasía es la imaginación deliberada. Este tipo de fantasía es como una sesión de planificación. Se utiliza como vehículo para conducimos a la acción. Todos los acontecimientos —psicológicos, espirituales, financieros y creativos— empiezan con fantasías de esta clase. La tercera clase de fantasía es la que lo paraliza todo. Es la fantasía que impide emprender la acción más acertada en los momentos críticos.

Por desgracia, ésta es la que teje la vendedora de fósforos. Se trata de una fantasía que no tiene nada que ver con la realidad. Tiene que ver más bien con la sensación de que no se puede hacer nada o de que algo es demasiado difícil de hacer, por cuyo motivo es mejor que una se hunda en las fantasías. A veces la fantasía está en la mente de la mujer. Otras veces le viene a través de una botella de alcohol, una jeringuilla o la ausencia de ella. Otras veces el vehículo es el humo de un porro o muchas habitaciones olvidables con cama y desconocido incorporados.

Las mujeres en estas situaciones interpretan el papel de la niña de las cerillas en las fantasías de cada noche y todos los amaneceres se despiertan muertas por congelación. Hay muchas maneras de perder la meta y la concentración. ¿Cómo se puede invertir esta situación y recuperar la estima espiritual y el amor propio? Tenemos que buscar algo muy distinto de lo que buscaba la pequeña vendedora de fósforos. Tenemos que llevar nuestras ideas a un lugar donde se les preste apoyo. Este gigantesco paso va de la mano de la concentración en un objetivo: la búsqueda de alimento. Pocas de nosotras somos capaces de crear a partir exclusivamente de nuestro amor propio. Necesitamos que nos acaricien todas las caricias de alas de ángel habidas y por haber.

A la gente se le ocurren casi siempre ideas maravillosas: voy a pintar esta pared con un color que me guste; voy a crear un proyecto con el que toda la ciudad se sentirá identificada; voy a hacer unos azulejos para mi cuarto de baño y, si me gustan, venderé unos cuantos; reanudaré los estudios, venderé mi casa y me dedicaré a viajar, tendré un hijo, dejaré esto y empezaré lo otro, iré por mi camino, mejoraré mi conducta, ayudaré a enderezar esta injusticia o esta otra, protegeré a los que carecen de protección.

Todos estos proyectos necesitan alimento. Necesitan un apoyo vital de personas cordiales. La niña de las cerillas va vestida de andrajos. Como dice la canción, ha estado abajo tanto tiempo que le parece que está arriba. Nadie puede crecer al nivel en el que ella se encuentra. Queremos colocarnos en una situación en la que, como los árboles y las plantas, podamos volvernos hacia el sol. Pero tiene que haber un sol. Para hacerlo, hemos de movernos, no podemos permanecer sentadas. Tenemos que hacer algo para cambiar nuestra situación. Si no nos movemos, volveremos a las calles a vender cerillas.

Los amigos que nos aman y contemplan calurosamente nuestra vida creativa son los mejores soles del mundo. Cuando una mujer, tal como le ocurre a la niña de las cerillas, no tiene amigos, se queda congelada por la angustia y a veces también por la cólera. Y en ocasiones, aunque tenga amigos, puede que éstos no sean unos soles. Es posible que la consuelen en lugar de hablarle de su situación cada vez más congelada. Pero el consuelo no tiene absolutamente nada que ver con el alimento. El alimento mueve a la mujer de un lugar a otro. El alimento es algo así como unos copos de cereales psíquicos.

La diferencia entre el consuelo y el alimento consiste en lo siguiente: si tú tienes una planta que está enferma porque la guardas en un armario oscuro y le diriges palabras tranquilizadoras, eso es un consuelo. Si sacas la planta del armario, la pones al sol, le das algo de beber y le hablas, eso es un alimento. Una mujer congelada y sin alimento tiende a unos incesantes ensueños del tipo "y si". Sin embargo, aunque se encuentre en este estado de congelación, especialmente si se encuentra en semejante estado, la mujer tiene que rechazar la fantasía del consuelo. La fantasía del consuelo nos matará con toda seguridad.
Ya sabemos lo letales que pueden ser las fantasías: "Algún día", "Si tuviera por lo menos", "Él cambiará", "Si aprendo a dominarme, cuando esté bien preparada, cuando tenga suficiente esto o aquello, cuando los niños sean mayores, cuando tenga más seguridad, cuando encuentre a alguien, en cuanto... ", etc.

La niña de las cerillas tiene una abuela interior que, en lugar de ladrarle "¡Despierta! ¡Levántate! ¡Por mucho que te cueste, busca calor! ". se la lleva a una vida de fantasía, se la lleva al "cielo". Pero el cielo no ayudará a la Mujer Salvaje, a la niña salvaje atrapada ni a la vendedora de fósforos que se encuentra en esta situación. Estas fantasías consoladoras no se tienen que fomentar, pues son unas seductoras y letales distracciones que nos apartan de nuestra verdadera tarea.

Vemos en el cuento que la niña de las cerillas intenta hacer una especie de trueque, una especie de trato comercial erróneo, pues vende las cerillas que son lo único que le podría dar calor. Cuando las mujeres están desconectadas del nutritivo amor de la madre salvaje, se encuentran en una situación equivalente a una dicta de mera subsistencia en el mundo exterior. El ego trata de vivir como puede con una mínima cantidad de alimento del exterior y cada noche regresa una y otra vez del lugar donde empezó y allí se queda dormido, muerto de cansancio. La mujer no puede despertar a una vida con futuro porque su desdichada existencia es como un gancho del que ella cuelga diariamente. En las iniciaciones, la permanencia durante un período significativo de tiempo en condiciones difíciles forma parte de un desmembramiento que aísla a la persona de la comodidad y la complacencia. Como en los ritos de paso, el período terminará y la mujer recién "lijada" iniciará una vida espiritual y creativa, renovada y más sabia.

Sin embargo, se puede decir que las mujeres que se encuentran en la situación de la vendedora de fósforos están pasando por un período de iniciación que se ha torcido. Las condiciones hostiles no sirven para profundizar sino tan sólo para diezmar. Hay que elegir otro lugar, otro ambiente con otros apoyos y guías. Históricamente, sobre todo en la psicología masculina, la enfermedad, el exilio y el sufrimiento se entienden a menudo como un desmembramiento iniciático que a veces reviste un gran significado. Pero en el caso de las mujeres hay otros arquetipos adicionales de iniciación que surgen de la psicología y las condiciones físicas; uno de ellos es el del alumbramiento, otro es el poder de la sangre y otros son el hecho de estar enamoradas o de recibir un amor nutritivo. El hecho de recibir la bendición de alguien a quien ellas admiran, el hecho de que alguien de más edad les imparta enseñanzas de una forma profunda y comprensiva son unos fuertes arquetipos que presentan sus propias tensiones y resurrecciones. La niña de las cerillas se acercó mucho, pero se quedó muy lejos de la fase transitoria de acción y movimiento que hubiera completado su iniciación. A pesar de que su desdichada vida poseía los elementos necesarios para una experiencia iniciática, no tenía a nadie ni dentro ni fuera, capaz de guiar su proceso psíquico.

El invierno psíquico en su sentido más negativo trae el beso de la muerte — es decir, la frialdad— a todo lo que toca. La frialdad significa el final de cualquier relación. Si quieres matar algo, muéstrate fría. En cuanto los sentimientos, los pensamientos o las acciones se congelan, ya no es posible la relación. Cuando los seres humanos quieren abandonar algo que llevan en sí mismos o dejar a una persona fuera, en medio del frío, procuran no prestarle atención, cancelan las invitaciones, la excluyen, se desvían de su camino para no tener ni siquiera que oírla ni vería. Ésta es la situación de la psique de la vendedora de fósforos. Esa niña vaga por las calles y les suplica a los desconocidos que le compren cerillas. Esta escena ilustra una de las situaciones más desconcertantes s del instinto herido de las mujeres, la entrega de la luz a cambio de un pequeño precio. Aquí las lucecitas en lo alto de los palitos son como las luces más grandes de las calaveras ensartadas en las estacas en el cuento de Vasalisa. Representan la sabiduría, pero, por encima de todo, iluminan la conciencia, sustituyendo la oscuridad con la luz y volviendo a encender lo que se ha extinguido. El fuego es el símbolo más importante del revitalizador de la psique.

La niña de las cerillas pasa muchas necesidades, suplica que le den algo y ofrece la luz, de hecho algo que vale mucho más que el penique que ella recibe a cambio. Tanto si este "gran valor que entregamos a cambio de a algo que vale menos" se encuentra dentro de nuestra psique como si es algo que experimentamos en el mundo exterior, el resultado es el mismo: más pérdida de energía. Entonces una mujer no puede responder a sus propias necesidades. Hay algo que suplica vivir, pero no o recibe respuesta. Aquí tenemos a alguien que, como Sofía, el espíritu g griego de la sabiduría, toma la luz del abismo, pero la gasta a tontas y a locas en inútiles fantasías. Los malos amantes, los malos jefes, las situaciones de explotación, los taimados complejos de todas clases tientan a una mujer y la atraen hacia estas decisiones.

Cuando la vendedora de fósforos decide encender las cerillas, utiliza sus recursos para entregarse a las fantasías en lugar de emprender una acción. Utiliza su energía para seguir un camino momentáneo. Todo eso se percibe o con toda claridad en la vida de la mujer. Está decidida a ir a la universidad, pero tarda tres años en decidir en cuál se va a matricular. Piensa pintar una serie de cuadros, pero, no tiene ningún sitio donde montar la a exposición, no convierte la pintura en una prioridad. Quiere hacer esto o aquello, pero no dedica el tiempo necesario a aprender o a desarrollar la sensibilidad o la habilidad necesarias para hacerlo bien, Tiene diez cuadernos de notas llenos de sueños, pero está atrapada en su interpretación y no consigue llevar a la práctica sus significados. Sabe que tiene que marcharse, empezar, dejar, ir, pero no lo hace.

Y ahora comprendemos por qué. Cuando una mujer tiene la sensibilidad congelada, cuando ya no se percibe a sí misma, cuando su sangre, su pasión, ya no llegan a las extremidades de la psique, cuando está desesperada, una vida de fantasía es más agradable que cualquier otra cosa que ella pretenda lograr. Como no tienen leña a la que prender fuego, las llamitas de sus cerillas le queman la psique como si fuera un tronco enorme y seco. La psique empieza a gastarse bromas a sí misma y ahora vive en el fuego imaginario del cumplimiento de todos los anhelos. Pero esta clase de fantasía es como una mentira: cuando la persona la dice a menudo, acaba por creérsela.

Esta especie de ansía de transmutación en la que los problemas o las cuestiones se minimizan a través de entusiastas fantasías acerca de soluciones imposibles o de otros tiempos mejores no sólo asalta a las Mujeres sino que es también uno de los mayores escollos con que tropieza la humanidad. La estufa del cuento de la vendedora de fósforos simboliza los pensamientos cálidos y afectuosos.
Es también el símbolo del centro, el corazón, el hogar. Nos dice que la fantasía de la niña gira en torno a su verdadero yo, al corazón de la psique, al calor de hogar interior.

Pero, de repente, la estufa se apaga. La niña de las cerillas, como todas las mujeres que se hallan en esta apurada situación psíquica, se encuentra sentada de nuevo sobre la nieve. Vernos aquí que esta clase de fantasía es muy breve, pero intensamente destructiva. No tiene nada que quemar más que nuestra energía. Aunque una mujer utilice la fantasía para entrar en calor, acaba padeciendo nuevamente frío.

La pequeña vendedora enciende más cerillas. Cada fantasía se extingue y la niña se encuentra otra vez muerta de frío en la nieve. Cuando la psique se congela, una mujer sólo se mira a sí misma y a nadie más. Enciende una tercera cerilla. Es el tres de los cuentos de hadas, el número mágico, el punto en el que algo nuevo tendría que ocurrir pero en este caso, puesto que la fantasía desborda la acción, no ocurre nada nuevo.

Es curioso que en el cuento haya un árbol de Navidad. El árbol de Navidad es una evolución de un símbolo precristiano de la vida eterna, la planta de hoja perenne. Se podría pensar que eso es su salvación, la idea de la psique de hoja perenne en perenne crecimiento y perenne movimiento, pero la habitación no tiene techo.

La psique no puede abarcar la idea de la vida. El hipnotismo se ha enseñoreado de la situación.

La abuela es muy cariñosa y muy buena, pero es la morfina definitiva, el sorbo definitivo de cicuta. Atrae a la niña al sueño de la muerte. En su sentido más negativo, es el sueño de la complacencia, el sueño del entumecimiento — "Está muy bien, lo podré resistir"—, el sueño de la negación ——"Miraré para el otro lado"—.
Es el sueño de la fantasía perniciosa en el que esperamos que todas las penalidades desaparecerán por arte de magia.

Es un hecho psíquico comprobado que, cuando la libido o la energía disminuyen hasta el extremo de que su aliento no empaña el espejo, surge alguna representación de la naturaleza de la Vida/Muerte/Vida, simbolizada aquí por la abuela. Su función es la de llegar a la muerte de algo, incubar el alma que ha abandonado su cascarón y cuidar de ella hasta que pueda renacer.

Ésta es la gran dicha de la psique de las personas. Incluso en el caso de un final tan doloroso como el de la vendedora de fósforos, queda un rayo de luz. Cuando transcurre el suficiente tiempo y se produce el suficiente malestar y la suficiente presión, la Mujer Salvaje de la psique arrojará nueva vida a la mente de la mujer y le ofrecerá la oportunidad de emprender una vez más una acción en su propio beneficio. Tal como podemos deducir del sufrimiento que todo ello entraña, es mucho mejor sanar la propia afición a las fantasías que esperar, deseando y confiando en resucitar de entre los muertos.
La renovación del fuego.

C l a r i s s a  P i n k o l a  E s t é s
M u j e r e s  q u e  c o r r e n  c o n  l o s  l o b o s

martes, 24 de mayo de 2016

LA MEDITACIÓN

LA GRAN AVENTURA INTERNA

¿Cuántas veces has sentido que necesitas descansar del correr incesante de la vida moderna? 

¿Cuántas veces has querido salirte del ruido y entrar en el silencio, pero tus pensamientos no paran de repetir cosas que ya no quieres escuchar? 

Es muy común en nuestros días encontrarte tenso, malhumorado, apretado y no saber qué hacer para aliviar la situación. Estamos viviendo una vida de grandes tensiones que le exigen al ser humano una estabilidad muy grande para no caer en el tan temido estrés, mal común en nuestros días.

El hombre moderno, que es un gran ejecutor, ha olvidado introducirse en sí mismo, ha olvidado ir al lugar en donde está su mayor fortaleza y su fuente de sabiduría. 

La vida moderna parece estar hecha para evitar, en todo momento, la mirada interna. 
Se han alcanzado grandes logros en el campo de la tecnología pero no sabemos introducirnos en nosotros mismos, no sabemos buscar la fuente que nos calma la sed y nos da el equilibrio necesario para vivir mejor.

La gran aventura interna comienza con la meditación. Esta es la puerta de entrada a los parajes secretos de tu mundo interno. Es el método que te lleva al contacto con tu propia fuente de vida. 
Cuando decides meditar, estás encaminándote al reino de la luz y del amor porque solo, en lo profundo de tu corazón,  encontraras el equilibrio y la felicidad que has estado buscando.


martes, 19 de abril de 2016

La subasta

Una vez en una vieja casa realizaron una subasta, cuyo dueño había muerto sin dejar herederos, después de subastar casi todas las cosas de la casa, solo quedaba un viejo violín.

El violín estaba  rayado, golpeado por el uso que se le había dado… al subastador le daba pena levantar el violín, pensó que por su estado no valdría la pena, que perdería el tiempo, pero lo levantó con una sonrisa:

-Preguntó ¿Cuánto dan señores?, ¿quién empieza?

-Un dólar, un dólar – alguien replicó, después dos dólares.

-¿Quién da tres?, tres dólares a la una, tres dólares a las dos…

Un hombre se levantó y recogió el violín  le quito el polvo y estiro las cuerdas flojas, lo afinó y tocó una preciosa melodía dulce como un coro de ángeles.

Paró la música y el subastador, con una voz silenciosa dijo: ¿Cuánto me dan por el viejo violín? y lo levantó en alto.

-Mil dólares y… ¿quién da dos? -¡Dos mil!, ¿Y quién da tres? Tres mil a la una, tres mil a las dos; y se va y se fue, -dijo.

La gente aplaudió, pero algunos decían: “¿No entendemos, qué cambió su valor?”. La respuesta no se hizo esperar: “¡La Mano del Maestro!”

domingo, 3 de abril de 2016

Cuento del elefante y los seis sabios.


El conflicto es tan viejo como la historia misma.
El ser humano siempre ha intentado conocer su mundo y comunicarse con los demás.
Aunque esto no es fácil ya que no todas las personas ven los problemas de la misma forma.
Si lees este viejo cuento de la India descubrirás una de las causas de la falta de entendimiento entre las personas.

Érase una vez seis hombres sabios que vivían en una pequeña aldea.
Los seis sabios eran ciegos. Un día alguien llevó un elefante a la aldea. Los seis sabios buscaban la manera de saber cómo era un elefante, ya que no lo podían ver.
"Ya lo sé", dijo uno de ellos. "¡Palpémoslo!". "Buena idea", dijeron los demás. "Ahora sabremos como es un elefante". Así, los seis sabios fueron a "ver" al elefante. 

El primero palpó una de las grandes orejas del elefante. La tocaba lentamente hacia adelante y hacia atrás. "El elefante es como un gran abanico", gritó el primer hombre. 

El segundo tanteó las patas del elefante. "Es como un árbol", exclamó. "Ambos estáis equivocados", dijo el tercer hombre. "El elefante es como una soga". Éste le había examinado la cola.

Justamente entonces el cuarto hombre que examinaba los finos colmillos, habló: "El elefante es como una lanza".

"No, no", gritó el quinto hombre. "Él es como un alto muro", había estado palpando el costado del elefante. 

El sexto hombre tenía cogida la trompa del elefante. "Estáis todos equivocados", dijo. "El elefante es como una serpiente".

"No, no, como una soga".
"Serpiente".
"Un muro".
"Estáis equivocados".
"Estoy en lo cierto".

Los seis hombres se ensalzaron en una interminable discusión durante horas sin ponerse de acuerdo sobre cómo era el elefante.

Probablemente esta historia te ha hecho sonreír, ya que, ¿Cuál es el problema?
¡Eso es! Cada hombre podía "ver" en su mente sólo lo que podía sentir con sus manos. Como resultado cada uno se reafirmaba en que el elefante era como él lo sentía. Ninguno escuchaba a los demás.

Esos hombres estaban inmersos en un conflicto basado en la percepción (lo que creían "ver").
Afortunadamente su conflicto no tuvo un final violento. Aunque, desafortunadamente todavía no saben como son los elefantes.

viernes, 11 de marzo de 2016

La Imaginación

En su lecho de muerte, una mujer joven hace jurar a su marido que no se comprometerá con ninguna otra mujer. «Si faltas a tu promesa, vendré en espíritu y no te dejaré vivir tranquilo.» El marido, al principio, mantiene su palabra, pero, al cabo de tres años, conoce a otra mujer y se enamora de ella.
Muy pronto empieza a aparecérsele un espíritu cada noche que le acusa de haber faltado a su juramento.

Para el hombre no hay duda de que se trata de un espíritu, pues el fantasma nocturno no sólo está informado de todo lo que pasa cada día entre él y su nueva amiga, sino que también conoce exactamente sus pensamientos, esperanzas y sentimientos. Como la situación se le hace insoportable, el hombre decide ir a pedir consejo a un maestro de zen.

«Vuestra primera mujer se ha convertido en espíritu y sabe todo lo que vos hacéis» le declara el maestro. «Todo lo que vos hacéis o decís, todo lo que dais a vuestra prometida, él lo sabe. Tiene que ser un espíritu muy sabio. En verdad, tendríais que admiraros de tal espíritu. Cuando se os aparezca de nuevo, haced un trato con él. Decidle que sabe tanto que vos no le podéis ocultar nada y que vais a romper vuestro compromiso, si puede contestaros a una sola pregunta».

« ¿Qué pregunta he de hacerle?», dice el hombre.
El maestro responde: «Tomad un buen puñado de guisantes y preguntadle por el número exacto de guisantes que tenéis en la mano. Si no os sabe responder, sabréis que el espíritu no es más que un producto de vuestra imaginación y ya no os molestará más».
Cuando a la noche siguiente apareció el espíritu de la mujer, el hombre lo aduló diciéndole que lo sabía todo.

«Efectivamente», respondió el espíritu, «y sé que hoy has ido a ver al maestro de zen».
«Y ya que sabes tanto», prosiguió el hombre, «dime cuántos guisantes tengo en la mano».
Y ya no hubo espíritu alguno para responder a esta pregunta.

Watzlawick

sábado, 30 de enero de 2016

Superar miedos en 6 pasos

Este patrón se utiliza para eliminar miedos
habituales e irrealistas que pueden limitar la vida
de las personas. Incluso puede ser útil en la
recuperación de traumas para reducir o eliminar
los síntomas del estrés post traumático. Este
también se conoce como patrón de disociación
visual-kinestésico. Utiliza la disociación,
moviéndolo a un punto de vista de un observador
para alterar su reacción a los estímulos del
problema.

Los temores y fobias pueden ser irracionales y
complicar a las personas durante años sin dar
tregua. La psicología tiene diversas formas de
trabajar con las fobias, y en ocasiones un
tratamiento con medicamentos lo resuelve. Incluso
hay casos documentados en que un traumatismo en
la parte frontal del cerebro eliminó el miedo a la
interacción social del paciente. Pero no
recomiendo golpear a nadie en la cabeza para
terminar con una fobia.

Deshacerse de las fobias es una habilidad
fundamental en PNL. Las fobias evitan que las
personas hagan lo que tienen que hacer, Incluso las
personas con ansiedad pueden tener tiempos de
reacción más lentos frente a una situación
amenazante. Esto puede parecer extraño, pero
debido a la ansiedad el procesamiento mental
puede llegar a ser más lento de lo normal. Esto
significa que no pueden manejar bien las
situaciones de miedo. Esto puede amplificar el
miedo, creando un círculo vicioso.

En este modelo utilizaremos la tercera posición
perceptual y algunos aspectos básicos de la terapia
de línea del tiempo. Sin embargo, si usted
sospecha que la persona tiene algún trastorno
mental, debe ser evaluado por un especialista para
determinar si este patrón causará alguna
desestabilización.

Paso 1
Seleccione el estímulo o situación y
vaya a la tercera posición perceptual (disociado)
Haga que la persona elija un estímulo o situación
que le genera una reacción excesiva de ansiedad o
miedo. Haga que la persona se imagine sentado
cómodamente en una sala de cine a punto de ver un
pequeño video de su vida. Pídale que imagine que
el video comenzará en un tiempo pasado, justo
antes de su primera experiencia del miedo
relacionado a esta situación. El propósito
principal de este paso es ayudarles a experimentar
lo que era no tener el problema. Ese es el valor de
usar la tercera posición perceptual (disociado,
mirando desde el punto de vista de un
observador).

Paso 2
Ejecute la película una vez de forma
normal, y luego una vez hacia atrás.
Pídale a la persona que mire la “película” desde
esta posición disociada. Luego pídale que corra la
película hacia atrás hasta el punto donde comenzó.

Paso 3
Ejecute nuevamente la película, esta
vez en blanco y negro.
Ahora pídale que cambie la película desde color a
blanco y negro y que la mire nuevamente. Este vez,
cuando la película termine, debe congelar la
imagen y desvanecerse a negro, de la misma forma
como terminan las películas.

Paso 4
Moverse a primera posición y ejecutar
la película hacia atrás en colores.
Pídale a la persona que se ponga en primera
posición perceptual (viendo a través de sus
propios ojos) y mire la película en color hacia
atrás, hasta el inicio.

Paso 5
Repita hasta que la persona se vuelva
insensible
Repita estos pasos hasta que la persona ya no
tenga la reacción temerosa. Para resumir los
pasos:

  • ponga a la persona en una sala de cine,
  • ejecute la película hacia adelante y
  • luego hacia atrás, 
  • cambie a blanco y negro, 
  • ejecute nuevamente la película hacia adelante. 
  • Finalmente cambie a primera posición a color 
  • y mire la película hacia atrás hasta su punto de partida.

Paso 6
Re asociar. Hacer una comprobación
ecológica a través de la visualización del futuro.
Una vez que la fobia ya no sea fuerte al pensar en
la situación, traiga a la persona de vuelta al
presente, consciente de su entorno y realice una
comprobación ecológica.

¿La persona cómo siente que será su vida ahora sin
esa reacción?
¿Cómo será vivir sin miedo?
¿Qué imágenes del futuro llegan a su mente?

Si la persona no se siente totalmente alineada con
su éxito, deberá trabajar con la alineación de las
partes. Esto evitará que sabotee su éxito.